Aliciahada: un poco de hada un poco alada un poco hechizada un poco desquiciada.
Llega la noche y su cabeza se empieza a llenar de palabras, palabras que la acarician mientras bailan en el aire hasta entrar en su cabeza, que luego salen al ser pronunciadas por su boca.
Con los pies en el pasto mojado, y los labios un poco secos, se dirige a ellos con las mismas palabras ya bailadas, jugando con su instinto, provocando al ser que llevan dentro; la luna alumbrando sus caras y el tiempo intermitente hace que brinquen cada vez en una dimensión diferente mientras se arrullan con el sonido de la vida, de la madre tierra; sus pulmones llenos de suspiros y humo, se inflan y se desinflan de forma calmada, abren la boca queriendo tragarse el aire a bocanadas inmensas, el aire húmedo, perfumado, condensado.
Situados fuera de su contexto, compartiendo momentos de tranquilidad infinita con sabores dulces y de vino seco, se reúnen en torno a la luna llena, para celebrar por la vida.
Alicihada, un poco contaminada, se despoja en el rio de sus mascaras, armaduras y juegos, se desenreda las musarañas y se limpia sus entrañas, vuelve donde ellos, los que hacen música, los que hacen arte, los que congelan imágenes, a acariciarlos con un poco de viento, mientras se bañan de luz con sus caras un poco frías, sienten como sus poros se abren a la noche y reciben toda la energía de la tierra; la ceremonia dura un par de vidas perdidas en dimensiones desconocidas.
A la mañana siguiente se despiertan con el calor del sol en sus mejillas, con las pupilas todavía un poco abiertas y una sonrisa infinita, se ponen sus trajes de terrícolas y vuelven de nuevo a la dimensión conocida.
Aliciahada ya descontaminada, con la cabeza un poco perdida, con los pasos un poco pegados, vuelve de nuevo a entrar en un sueño profundo.
(Foto: Andres Felipe Mosquera http://www.flickr.com/photos/ruminio/)
Con los pies en el pasto mojado, y los labios un poco secos, se dirige a ellos con las mismas palabras ya bailadas, jugando con su instinto, provocando al ser que llevan dentro; la luna alumbrando sus caras y el tiempo intermitente hace que brinquen cada vez en una dimensión diferente mientras se arrullan con el sonido de la vida, de la madre tierra; sus pulmones llenos de suspiros y humo, se inflan y se desinflan de forma calmada, abren la boca queriendo tragarse el aire a bocanadas inmensas, el aire húmedo, perfumado, condensado.
Situados fuera de su contexto, compartiendo momentos de tranquilidad infinita con sabores dulces y de vino seco, se reúnen en torno a la luna llena, para celebrar por la vida.
Alicihada, un poco contaminada, se despoja en el rio de sus mascaras, armaduras y juegos, se desenreda las musarañas y se limpia sus entrañas, vuelve donde ellos, los que hacen música, los que hacen arte, los que congelan imágenes, a acariciarlos con un poco de viento, mientras se bañan de luz con sus caras un poco frías, sienten como sus poros se abren a la noche y reciben toda la energía de la tierra; la ceremonia dura un par de vidas perdidas en dimensiones desconocidas.
A la mañana siguiente se despiertan con el calor del sol en sus mejillas, con las pupilas todavía un poco abiertas y una sonrisa infinita, se ponen sus trajes de terrícolas y vuelven de nuevo a la dimensión conocida.
Aliciahada ya descontaminada, con la cabeza un poco perdida, con los pasos un poco pegados, vuelve de nuevo a entrar en un sueño profundo.
(Foto: Andres Felipe Mosquera http://www.flickr.com/photos/ruminio/)
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