sábado, 6 de noviembre de 2010

Retazos de vidas pasadas se han ido juntando en los últimos días, se han pegado con miel en mi ventana y ahora se me hace muy difícil ver las montañas en la mañana, los lamo un poco, los lloro un poco, los abrazo un poco, los contemplo un poco... y luego empiezo a enterrarlos en lágrimas de tinta para que se confundan entre recuerdos y se queden en el olvido; me toma varias horas, varias copas de vino, varias canciones, varias adicciones. Después de haber terminado, voy y meto las puntas de los pies en el lago, mientras sentada le doy la espalda a los días, que se están llenando de horas de partida, almas partidas y magias perdidas; el cielo se torna gris pero el sol no deja de brillar, me calienta la cara, los ojos se me llenan de telarañas y los dedos no paran de bailar esa música que tratan tocar. Sigo aquí sentada, no quiero mirar a tras, no quiero ver como todos se van, no quiero perder la calidez que todavía me queda guardada en los bolsillos; me desvanezco con cada palabra perdida en silencio... y no me muevo, mientras todo lo hacen a mi alrededor, vuelven y se van, vuelven y se van, los pasos suenan en este muelle de madera que es lo único que me sostiene en tierra firme.

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